La historia de Bruce Lee es una de las más trágicas de la historia del séptimo arte: empezó en el cine, literalmente, con un año de edad, y fue haciéndose un hueco en la industria hasta convertirse en la persona que popularizó las artes marciales en el mundo. Sin embargo, mientras estaba grabando una pista de diálogo para Operación Dragón empezó a tener unos dolores de cabeza tremendos que acabaron causando su muerte a los 32 años, el mismo día que tuvo una reunión con George Lazenby para una futura película juntos. Nunca llegó a hacerse.
El inesperado fallecimiento de Lee dejó a medias uno de sus proyectos más queridos, Juego con la muerte, que dirigía y guionizaba. Dejó tras de sí 100 minutos, sobre todo del clímax de la película, quedando incompleta. Era la primera película de kung fu hecha por un estudio de Hollywood (Warner) y no iban a dejar que se perdiese tan fácilmente. Seis años después de su muerte se estrenó una versión de la que solo se recuperaron 11 minutos y 7 segundos del original.
El resto eran reshoots de espaldas o utilizando dobles (lo que dio el pistoletazo de salida a la Brucexplotation). Pero, además, el nuevo director, Robert Clouse, decidió meter escenas del funeral real de Bruce Lee en mitad de la película para ilustrar a su personaje… fingiendo su propia muerte. ¿Mal gusto? Desde luego. Pero fue muy bien en taquilla, y sirvió como excusa para lanzar más productos con la cara de Lee en la portada. Eran otros tiempos.
Por ejemplo, El último combate (la supuesta secuela de Juego con la muerte) tuvo la poca dignidad de sacar escenas de otras películas, como Operación Dragón, e introducirlas en la trama sin mayor problema. Esta versión simplemente cogía otra película, Tower of death, e introducía imágenes del actor de manera forzadísima. Para tirarse de los pelos. De la cara de acero que tuvieron para introducir en películas de kung fu a cualquier asiático y ponerle nombres como «Bruce Li» hablamos otro día.